La búsqueda de la longevidad a través de la alimentación es una constante en la historia de la humanidad. Hoy, la ciencia de la nutrición ha trascendido el simple conteo de calorías o la proporción de macronutrientes para adentrarse en un principio más profundo y a menudo olvidado: la biodiversidad alimentaria. No se trata solo de comer sano, sino de comer variado, incorporando una amplia gama de especies animales y vegetales a nuestra dieta diaria. Un estudio pionero realizado en España, el proyecto PREDIMED, ofrece ahora una evidencia sólida de que esta diversidad en el plato está directamente ligada a una vida más larga.
Tradicionalmente, los pilares de una buena alimentación se han centrado en el equilibrio, la moderación y la suficiencia. Sin embargo, la variedad actúa como un cuarto pilar fundamental. Para ilustrarlo, imagine a dos personas con una ingesta calórica similar. La primera consume pan, queso parmesano, tomate, leche, ternera y manzanas (4 especies distintas). La segunda incluye pan, queso, arroz, pollo, tomate, berenjena, cebolla, naranja y plátano (9 especies). Aunque ambas puedan parecer equilibradas, la dieta de la segunda persona es significativamente más rica en biodiversidad, un factor que, según la investigación, tiene implicaciones cruciales para la salud.
La importancia de esta diversidad es doble. Por un lado, para la salud humana, una dieta variada asegura una gama más amplia de nutrientes, vitaminas, minerales y compuestos bioactivos beneficiosos, además de promover una microbiota intestinal más rica y resiliente. Por otro lado, para la salud del planeta, diversificar nuestra alimentación reduce la presión sobre los monocultivos y las especies más explotadas, contribuyendo a la conservación de los ecosistemas. Pero la pregunta clave que perseguía el estudio PREDIMED era si esta variedad podría traducirse concretamente en más años de vida.
La respuesta, publicada en la revista ‘Science of the Total Environment’, fue obtenida tras seguir durante seis años a 7.200 personas de entre 60 y 80 años con alto riesgo cardiovascular. Los investigadores del Grupo ANUT-DSM de la Universitat Rovira i Virgili y del IISPV crearon un indicador llamado Riqueza de Especies Dietéticas (DSR) para medir la diversidad en la alimentación de los participantes. Los hallazgos fueron contundentes: cada especie adicional consumida de manera regular se asociaba con una reducción del 9% en el riesgo de mortalidad por cualquier causa. Al analizar las causas específicas de muerte, el riesgo de fallecer por enfermedades cardiovasculares disminuía en un 7% y por cáncer en un 8%.
Uno de los aspectos más reveladores del estudio es que esta asociación beneficiosa entre biodiversidad y longevidad era independiente de la calidad general de la dieta. Esto significa que, incluso entre personas que seguían patrones saludables como la dieta mediterránea, aquellos que incorporaban una mayor variedad de especies obtenían un beneficio adicional. No se trata, por tanto, de sustituir un patrón alimentario saludable, sino de enriquecerlo con diversidad.
Los mecanismos detrás de esta relación aún se investigan, pero las hipótesis apuntan a que una mayor variedad de alimentos proporciona un espectro más completo de nutrientes y fitoquímicos que actúan de forma sinérgica en el organismo. Además, esta diversidad alimenta a su vez a la microbiota intestinal, fomentando un ecosistema microbiano más diverso y equilibrado, lo que se relaciona con un mejor sistema inmunológico y un menor estado inflamatorio. En definitiva, el mensaje es claro: más allá de comer las cantidades adecuadas, ampliar el abanico de especies en nuestro plato no es solo una estrategia para hacer la comida más divertida y menos monótona, sino una poderosa herramienta científica para añadir años a la vida y vida a los años. La variedad, efectivamente, podría ser la sal de la longevidad.
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