«Morena crece… y se rompe: Monreal advierte fractura interna rumbo al 2027»

 

Morena vive uno de sus mejores momentos electorales, pero también una de sus etapas más delicadas. Aunque tiene la Presidencia, mayoría en el Congreso y buena parte de las gubernaturas, hay señales claras de que algo no está bien dentro del partido. Y quien lo está diciendo, fuerte y claro, es Ricardo Monreal.

El veterano legislador, con décadas de experiencia en el ajedrez político mexicano, no se anda con rodeos: Morena podría estrellarse si no corrige el rumbo. ¿Por qué? Porque, a su juicio, el partido no está preparado estructuralmente para mantenerse unido sin una figura fuerte que lo mantenga cohesionado. Y la próxima elección de 2027 será la primera gran prueba sin López Obrador en la escena ni Sheinbaum en la boleta.

Monreal lanza una advertencia que parece dirigida a la dirigencia morenista, pero también a los aspirantes que ya se ven con el cargo en la mano: no den por ganada una elección que aún no empieza. Dice que hay un “exceso de confianza” entre muchos cuadros del partido, especialmente aquellos que lograron sus posiciones gracias al arrastre de AMLO en 2018 y de Sheinbaum en 2024. Pero el 2027 será otra historia, una mucho más complicada.

Y como si el ambiente no estuviera ya cargado, entra en escena la reforma electoral propuesta por la presidenta. Aunque busca recortar el financiamiento a los partidos y eliminar a los diputados plurinominales, la iniciativa ya encendió las alarmas en los partidos aliados. El Partido Verde y el PT, fundamentales para que Morena tenga mayoría calificada, no están nada contentos con estos cambios, y si se fractura esa alianza, todo el andamiaje legislativo del oficialismo podría venirse abajo.

Monreal lo dice sin tapujos: no se puede eliminar la representación de las minorías en el Congreso sin provocar un retroceso democrático. México, asegura, ya superó esa etapa. Y, además, recuerda algo que no es menor: esta es la primera vez desde 1988 que una reforma electoral no es impulsada por la oposición, sino desde el poder. Un giro que preocupa.

Como si fuera poco, también está el tema del nepotismo. Aunque la presidenta Sheinbaum no logró que su ley contra el favoritismo familiar pasara en el Congreso, pidió que Morena aplicara esas reglas de todos modos. Pero los aliados, que no tienen esa obligación, ya están preparando sus propias candidaturas con familiares de mandatarios estatales. En San Luis Potosí, por ejemplo, el Verde perfila a la esposa del gobernador como su carta. En Zacatecas, un tercer hermano Monreal quiere seguir con el legado familiar. Y en Guerrero, el padre de la gobernadora suena como posible aspirante… aunque ser morenista le impide lanzarse por la línea oficial.

Para Monreal, esto es una bomba de tiempo. Si no se aplican reglas claras y no se respeta una mínima coherencia entre partidos aliados, vendrán rupturas, deserciones y divisiones. Y eso podría traducirse en derrotas.

En paralelo, Morena enfrenta su propio desgaste. No solo está el escándalo de Adán Augusto López —por presuntos vínculos con personajes investigados por narcotráfico—, sino también los lujos y excesos de algunos de sus cuadros, como los viajes caros de funcionarios o los hijos de líderes históricos del partido. Hasta Monreal fue regañado por Sheinbaum por un viaje a España. La presidenta insiste en que los funcionarios de Morena deben mantener un perfil austero, pero no todos parecen estar en la misma sintonía.

Y aquí viene el punto clave: Monreal siempre ha sido un actor incómodo para el partido. No fue elegido candidato presidencial en 2024, pero le dieron la coordinación de la Cámara de Diputados como compensación. Aun así, sigue siendo una figura independiente dentro de Morena, y muchos lo ven como una especie de termómetro de las tensiones internas. Si él habla, es porque el problema ya está cocinándose.

En resumen, lo que advierte Monreal no es menor: Morena está jugando con fuego. Tiene el poder, sí, pero también demasiadas contradicciones internas, demasiadas ambiciones sin control, y una reforma electoral que podría dinamitar las alianzas que lo sostienen. El riesgo no es que pierdan contra la oposición. El riesgo es que se terminen perdiendo a sí mismos.

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