Casi la mitad de los jóvenes de entre 18 y 34 años creen que una persona sin formación médica que investiga en línea puede comprender una enfermedad tan bien como un profesional de la salud. Esta alarmante tendencia fue revelada por una encuesta global de la consultora Edelman, que examinó el nivel de confianza en los médicos entre millennials y generación Z. El resultado: un 45 % de los encuestados confía más en amigos y familiares que en doctores, y un 38 % prefiere seguir el consejo de las redes sociales que el de un profesional médico certificado.
En tiempos donde la información fluye a gran velocidad, plataformas como TikTok e Instagram se han convertido en consultorios improvisados. Hashtags como #medicaladvice o #healthtok acumulan miles de publicaciones en las que usuarios comparten diagnósticos, síntomas y recomendaciones sin respaldo clínico. Aunque algunas historias derivan en atención médica oportuna, muchas otras llevan a retrasos, tratamientos erróneos y, en casos extremos, complicaciones graves.
El Dr. Charles Carlsen, de la firma médica DRSONO, advierte que esta tendencia es un problema de salud pública. En entrevista para Newsweek, explicó que en su experiencia, muchos jóvenes ahora prefieren acudir a chats grupales o a TikTok antes de levantar el teléfono y hablar con un médico. Esto coincide con el hallazgo de que un tercio de los jóvenes ya ha tomado decisiones de salud influidos por creadores de contenido sin preparación formal.
La encuesta también encontró que la generación Z es el doble de propensa que los adultos mayores a dejarse guiar por personas sin formación médica. Esta inclinación no solo refleja una transformación en los hábitos de búsqueda de información, sino una pérdida de confianza en las instituciones tradicionales de salud. El Dr. Olalekan Otulana, médico general en el Reino Unido, confirma que muchos pacientes jóvenes llegan con ideas preconcebidas basadas en lo que vieron en línea, lo que dificulta el diagnóstico y el tratamiento adecuado.
En algunos casos, las redes sociales han ayudado. Ejemplo de ello es el de un estudiante universitario que acudió al médico tras ver un video sobre un bulto en el cuello que terminó siendo cáncer. Sin embargo, son excepciones. En la mayoría de los casos, esta información mal contextualizada lleva a diagnósticos apresurados, sobrediagnóstico de condiciones como TDAH o autismo, y ansiedad generalizada entre usuarios que se identifican con síntomas sin tener una valoración clínica.
Los médicos coinciden en que no se trata de demonizar a TikTok, sino de recuperar la confianza de los jóvenes. “No vamos a combatir esta ola viral desde el consultorio tradicional”, afirma Carlsen. “Tenemos que acercarnos a ellos, escuchar sus dudas, y enseñarles a pensar críticamente sobre lo que consumen en internet. La medicina no es infalible, pero sigue siendo nuestra mejor defensa contra el peligro de los consejos sin fundamento que se viralizan”.
En este contexto, la educación digital en salud se vuelve crucial. Las generaciones más jóvenes requieren herramientas que les permitan diferenciar entre experiencias personales y evidencia científica, entre testimonios virales y conocimientos clínicos. En palabras del Dr. Carlsen: “Está bien buscar en Google, pero cuando se trata de tu salud, consulta a quien realmente se preparó para protegerla”.
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