En un encuentro emotivo y lleno de demanda de justicia, familias de personas desaparecidas se reunieron con la Arquidiócesis Primada de México para pedir apoyo, visibilidad y una intervención real por parte de la Iglesia en la crisis humanitaria más profunda del país.
Una voz que ya no se calla
Desde el primer momento, el padre Jorge Atilano, cuyo hijo Abraham Zeidy Hernández desapareció en Escobedo, Nuevo León, dejó claro que la desaparición en México no se trata solo de inseguridad, sino de tres crisis entrelazadas: la de las fiscalías, la de seguridad y la forense. Según Atilano, esas fallas institucionales dificultan la identificación de cuerpos, especialmente cuando podrían estar en fosas clandestinas.
Durante la reunión, las consignas de dolor y exigencia retumbaron: “Vivos se los llevaron y vivos los queremos”, “Hasta encontrarles” y “No estás solo”. Se guardó un minuto de silencio en memoria de las más de 130 mil personas desaparecidas en México, según las familias.
Historias concretas, dolor compartido
- Gustavo, otro familiar presente, recordó su participación en un plantón en el Zócalo durante un informe presidencial. Contó cómo le pide a la Iglesia que hable hasta con el Papa para que sus autoridades respondan: “Que le digan al Papa que hable con nuestras autoridades”, reclamó.
- La madre de Germán Martínez Hernández, desaparecido el 16 de octubre de 2023 en un camino entre Cuautitlán y Buenavista, narró cómo su hijo simplemente “se borró” durante un trayecto cotidiano.
- Por su parte, Julieta, madre de Sergio Gerardo Jiménez, denunció que en las misas se omite la palabra “desaparecido” cuando se oran por estas personas, lo que evidencia una falta de reconocimiento institucional incluso dentro de la Iglesia.
La Iglesia responde (y pide actuar)
Los representantes eclesiásticos, incluido el obispo auxiliar Francisco Javier Acero Pérez, escucharon con atención. Las familias pidieron que la Iglesia no solo brinde apoyo moral, sino que ejerza presión política y mediática: que convoque a las familias, que visibilice su dolor y que sea puente con autoridades.
Además, se discutió la sistematización de “buenas prácticas” que han surgido de los propios colectivos. Por ejemplo:
- Unidades municipales de atención a víctimas y búsqueda, propuestas inspiradas por los casos de Yecapixtla (Morelos) y Ecatepec (Estado de México).
- Mesas estatales de atención a víctimas, como las de Coahuila y Puebla, que ya funcionaron como espacios de coordinación entre autoridades y colectivos.
Crisis forense: la exigencia más urgente
El padre Atilano puso la lupa donde más duele: “no tenemos herramientas para identificar cuerpos”. Esta crisis no es nueva, y la ONU ya advertía sobre ella: México tiene más de 132 mil personas desaparecidas y decenas de miles de cuerpos sin identificar en servicios forenses.
Activistas también denuncian que hasta 90 mil cuerpos podrían estar sin nombre, atrapados en un rezago forense alarmante.
Además, según informes, muchas fiscalías carecen de bancos de datos forenses; por ejemplo, la FGR aún no ha completado un registro nacional que permita la identificación científica de restos humanos.
Los expertos también señalan la precariedad de las morgues y laboratorios periciales: falta de personal, instalaciones inadecuadas y recursos escasos.
Un llamado a la acción
Las familias no solo quieren ser escuchadas: piden que la Iglesia sea motor de cambio. Que sus pastores impulsen instancias de diálogo, que acompañen en la búsqueda y que presionen para que las autoridades implementen esas “buenas prácticas” que ya funcionan en algunos municipios.
Para ellos, el dolor no es solo personal: es una causa nacional. Y necesitan que la Iglesia no solo consuele, sino que actúe.
















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