Ciudad de México.— La polémica volvió a instalarse —literalmente— en la alcaldía Cuauhtémoc, luego de que su titular, Alessandra Rojo de la Vega, emprendiera una cruzada mediática contra las esculturas de Ernesto “Che” Guevara y Fidel Castro colocadas en el Jardín Tabacalera. Sin embargo, lo que parecía un acto de firmeza ideológica terminó evidenciando una preocupante desinformación de la funcionaria sobre las decisiones administrativas que rigen su propia demarcación.
El 3 de noviembre de 2020, en sesión extraordinaria, el Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos de la Ciudad de México (COMAEP) autorizó oficialmente la instalación de dichas esculturas. El proyecto fue impulsado por organizaciones de amistad con Cuba, con respaldo institucional y conforme a los procedimientos que marca la normatividad local. Es decir, nada clandestino, nada improvisado.
A pesar de ello, Rojo de la Vega decidió lanzar críticas airadas en redes sociales, calificando la presencia de las esculturas como una afrenta e insinuando que eran resultado de una imposición autoritaria. El problema es que ni su equipo de comunicación ni su dirección jurídica le advirtieron que las piezas ya estaban regularizadas desde hace casi cuatro años.
La alcaldesa, que recientemente realizó un viaje a España, parece haber traído algo más que postales turísticas. Su narrativa ha comenzado a alinearse con los discursos de la derecha populista europea, que convierten cualquier símbolo de izquierda en motivo de escándalo, incluso si esto implica torcer los hechos o ignorarlos por completo.
Mientras tanto, vecinos de la colonia Tabacalera y de otras zonas de la alcaldía Cuauhtémoc han expresado en redes sociales su hartazgo ante el abandono de servicios públicos básicos. Calles con baches, luminarias fundidas, parques mal cuidados y una creciente percepción de inseguridad contrastan con la energía que la alcaldesa invierte en pelearse con esculturas de bronce.
“Nos gustaría que también hiciera videos cuando cae una rama gigante por falta de poda, o cuando hay fugas de agua sin atender por días”, comentó una vecina en X (antes Twitter). “Pero claro, eso no genera likes”.
Organizaciones culturales y académicas también se han pronunciado, recordando que el espacio público debe ser un lugar de diálogo, memoria y pluralidad. La colocación de esculturas con contenido político no es nueva ni exclusiva: hay monumentos a Churchill, Lincoln y Gandhi repartidos por toda la capital. El problema, en este caso, parece ser más ideológico que patrimonial.
La pregunta de fondo es si la alcaldesa está verdaderamente interesada en gobernar o si prefiere construir una carrera mediática sobre el humo de polémicas artificiales. Mientras tanto, las esculturas siguen en su lugar, firmes y calladas, como testigos incómodos de una administración que prefiere la confrontación a la gestión.
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