Semarnat aprueba destrucción de 261 hectáreas de selva para terminal del Tren Maya

La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) autorizó recientemente el desmonte de 261 hectáreas de selva mediana subperennifolia en Cancún, Quintana Roo, para dar paso a la Terminal Multimodal de carga del Tren Maya. De acuerdo con los documentos oficiales, 259.58 hectáreas serán retiradas de manera directa para la construcción de patios de maniobras, zonas de combustible, bodegas y hasta hospedaje para elementos de la Guardia Nacional.

La decisión fue confirmada en el resumen con folio 23QR2025V0008, aprobado por la Semarnat tras la revisión de una Manifestación de Impacto Ambiental presentada en marzo de 2025 por la empresa Tren Maya S.A. de C.V., ligada a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena). La inversión estimada será de 7 mil 760 millones de pesos y la obra está proyectada para desarrollarse en un periodo de 18 meses, con el objetivo de convertir Cancún en un nuevo centro de operaciones de carga para la megaobra ferroviaria.

Sin embargo, organizaciones ambientalistas como Greenpeace México encendieron las alarmas al denunciar que esta autorización representa una amenaza directa contra la biodiversidad de la región. En un comunicado difundido el 30 de agosto de 2025, la organización aseguró que este nuevo desmonte “consolida un modelo extractivista que pone en grave riesgo la biodiversidad, los territorios indígenas y el equilibrio ecológico de la Península de Yucatán”.

Entre las afectaciones más graves se encuentra la amenaza contra 12 especies, entre ellas el pavo ocelado, un ave endémica de la región considerada en riesgo. Greenpeace advirtió que la aprobación de este proyecto demuestra cómo las instituciones ambientales en México se han convertido en “ventanillas de trámite” sin capacidad de defensa real frente a la devastación ambiental.

La organización también lanzó fuertes críticas al señalar que “la Semarnat vuelve a actuar como aval ambiental del ecocidio, en lugar de frenar la devastación”, exigiendo un gran acuerdo trinacional que garantice la protección de la Selva Maya, considerada el segundo pulmón verde más importante de América Latina, después del Amazonas.

Lo que más llama la atención es el contraste con el reciente acuerdo firmado hace apenas dos semanas por México, Guatemala y Belice para la creación del Corredor Biocultural de la Gran Selva Maya. Mientras en el papel se comprometen a proteger el ecosistema, en la práctica se autoriza el desmonte masivo de vegetación en una de las zonas de mayor biodiversidad del país.

En defensa de la autorización, la Semarnat y los responsables del proyecto aseguran que “el proyecto no representa una afectación mayor o significativa debido a la localización propuesta” y que todas las actividades se realizarán conforme a “normas, códigos, legislación y recomendaciones ambientales”. No obstante, expertos y colectivos ambientales advierten que el impacto no se mide únicamente en superficie, sino en los ecosistemas fragmentados, la pérdida de hábitat para especies clave y el daño irreversible a la estructura ecológica de la región.

Además del área de carga, la Terminal Multimodal Cancún incluirá zonas aduaneras, almacenes de residuos peligrosos, infraestructura pesada y patios de maniobras, lo que refuerza la crítica de Greenpeace de que el proyecto no responde a necesidades de transporte de pasajeros locales, sino a intereses de logística y comercio.

La polémica vuelve a encender el debate sobre el Tren Maya, una obra impulsada originalmente en el sexenio del expresidente Andrés Manuel López Obrador, que ha sido señalada desde su inicio por la falta de estudios técnicos, la fragmentación de la selva y la afectación a comunidades indígenas. Con esta nueva autorización, el gobierno mexicano apuesta fuerte por la infraestructura de carga, aun a costa de 261 hectáreas de selva que equivalen a 261 campos de futbol.

Lo que queda claro es que el choque entre la narrativa de desarrollo económico y las exigencias ambientales sigue vivo. Y ahora, el campo de batalla está en Cancún, donde la selva podría perder otra gran parte de su territorio frente al avance de los rieles y el concreto.

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